12 de março de 2013

Edad Media - Siglos XII - XIV

LA EDAD MEDIA

La Edad Media (siglos XII – XIV)

Sus manifestaciones literarias son tres: poesía lírica tradicional, anónima y cantada por el pueblo; poesía narrativa, popular y culta; prosa (narrativa, histórica y científica). El teatro ha desaparecido casi por completo. Conviene no olvidar que en la España medieval han convivido cinco grandes literaturas: castellana, galaico-portuguesa y catalana en los reinos cristianos; hispano-árabe e hispano-hebrea en el dominio musulmán.

Poesía lírica tradicional

De origen románico e influencia árabe, se puede reconstruir con los Cancioneros galaico-portugueses de los siglos XIII y XIV y los escasos ejemplos recogidos por autores tardíos, como Juan Ruiz, arcipreste[1] de Hita, y poetas de los siglos XV, XVI e XVII. Los juglares[2] se encargaban de difundir estas creaciones, que eran gustadas por las gentes del pueblo y las mujeres.
Sus temas son muy variados:
• Villancico: cantaba al amor;
• Cantares de trilla y siega: cantaba a las faenas del campo;
• Verbena, Trébol y maya: cantaban en determinadas fiestas ligadas a la noche de San Juan o al mes de mayo
• Serranas y serranillas: eran de tema pastoril

Las estrofas son mínimas[3], de cuatro o seis versos, y cada verso solía tener entre cinco y ocho sílabas:

A coger el trébol, damas,
La mañana de San Juan,
A coger el trébol, damas,
Que después no habrá lugar.
(Cantar de trébol)

La media noche es pasada
Y no viene;
¡sabed si hay otra amada
Que lo detiene!
(Villancico)

El escritor que más cariño sintió por estos poemillas fue Lope de Vega (siglos XVI – XVII).


VILLANCICO

Es un poema tradicional compuesto generalmente por versos octosílabos (8 sílabas) o hexasílabos (6 sílabas), estos son distribuidos en:
a) estribillo (de dos o cuatro versos): anuncia el tema del poema.
b) mudanza (de una estrofa o más): generalmente es una redondilla;
c) vuelta o enlace (un verso de enlace y uno o dos versos más): repite en parte lo que ha dicho el estribillo.

Mira:

(Juan Ramón Jiménez)
Verde verderol
Endulza la puesta de sol

Palacio de encanto
El pinar tardío
Arrulla con llanto
La huida del río

Allí el nido umbrío
Tiene el verderol:
Verde verderol
Endulza la puesta de sol

Durante la Edad Media, el villancico fue la composición tradicional más arraigada entre el pueblo. Así es que su nombre surgió de villano. En los Cancioneros del siglo XV es ya un género definido, siendo que en su época de mayor popularidad se empleará en temas devotos, sobre todo en la Navidad, pero también en temas amorosos con tintes pastoriles y bucólicos. Su esplendor lo alcanzará durante los siglos XVI y XVII, si bien se ha mantenido hasta nuestros días.


Poesía narrativa

La popular se manifiesta en los cantares de gesta, grandes poemas de fondo histórico, inspirados en la vida de un héroe. Los españoles ensalzan el espíritu de Castilla. Conservamos uno casi entero, Cantar de Mío Cid; otro reconstruido, los Infantes de Lara; cien versos de otro, Roncesvalles.
Sus características son las siguientes:
1) Versos irregulares y asonantes (repetición de vocales tónicas o palabras con consonantes iguales e vocales distintas).
2) Realismo y verosimilitud[4];
3) Predominio de los rasgos históricos sobre los fantásticos.
4) Espíritu cristiano y feudal.
5) Cierta sobriedad[5] hace que su lengua sea sencilla y precisa.

La edad de oro de las gestas fueron los siglos XII y primera mitad del XIII. Cada cantar es obra de un autor y en algún caso de dos, como ocurre con el Mío Cid, y se recita por los juglares en los castillos, mercados y plazas públicas. De un mismo cantar puede haber más de una versión; el paso del tiempo exige que las gestas antiguas se acomoden a nuevas épocas.
Nuestros cantares de gestas fueron incorporados por el rey Alfonso X a su Crónica General, y más tarde, los fragmentos[6] más hermosos se transformaron en romances.
Mientras el pueblo oyes los cantares, los clérigos[7] comienzan a poner en verso obras latinas. Se dirigen a un púbico más selecto. La escuela narrativa culta recibe el nombre de mester de clerecía. Se da a conocer con dos novelas de aventuras, Libro de Apolonio y Libro de Alejandro. De esta misma época es el primer poeta conocido, Gonzalo de Berceo, autor de numerosas obras religiosas. Su mejor cancionero es Milagros de Nuestra Señora.

Los poetas de esta escuela se caracterizan por:
1) Utilizar una estrofa fija (cuaderna vía), un verso único (alejandrino – 12 sílabas) y rima consonante.
2) Temas clásicos, aventureros y religiosos.
3) Lenguaje rico y expresivo;
4) Intención de estilo.
5) Descripciones maravillosas (armas, joyas, caballos, palacios…)
6) Gusto por lo lejano y exótico[8].

La síntesis de la juglaría y la clerecía la realiza el poeta más importante de nuestra Edad Media, Juan Ruiz, arcipreste de Hita, autor de obra única, Libro de buen amor.
A través de una autobiografía poética, el arcipreste va añadiendo a su libro grandes episodios narrativos y poemas populares llenos de gracia, vigor y fantasía. El crea una figura literaria inolvidable, la Trotaconventos, origen de la Celestina.
El libro contiene fábulas[9] traducidas y originales, poemas didácticos y morales, narraciones extensas versificadas como las de don Carnaldon Carnal y doña Cuaresma, don Amor y doña Endrina. Lo mismo canta a la Virgen que a las serranas.
Siguiendo el espíritu de la época, encontramos actitudes antifeministas y anticlericales. Reflejo fiel de los ideales burgueses de la primera mitad del siglo XIV. Retrata el arcipreste una sociedad mudéjar[10], en la que se cruzan elementos orientales y occidentales, visibles en la ciudad de Toledo.


La prosa

Más tardía que la poesía, aparece en el reinado de Alfonso X el Sabio. A él y a su equipo[11] de colaboradores debemos el nacimiento de la novela en forma de cuento, de la prosa jurídica[12] con Las Partidas, la histórica y la científica.
Su labor fue continuada por don Juan Manuel (siglo XIV) y el canciller Pedro Lope de Ayala. El primero será autor de una espléndida colección de cuentos, Libro de Patronio o del Conde Lucanor, escritos con elegancia y maestría, superando todo cuanto se había hecho hasta su tiempo.
El Canciller será consumado[13] maestro del retrato en sus Crónicas; a finales de siglo nace la mejor novela de caballería hispana, Amadís de Gaula, que alcanzará su forma definitiva en el siglo siguiente, en la refundición de Garci Rodríguez de Montalvo.

Lea, abajo, el Cuento II del Libro de los ejemplos del conde Lucanor y de Patronio, título completo e original del Libro de Patronio o El Conde Lucanor.


Cuento II
(Juan Manuel)

Lo que sucedió a un hombre bueno con su hijo.
Otra vez, hablando el Conde Lucanor con Patronio, su consejero, le dijo que estaba muy preocupado por algo que quería hacer, pues, si acaso lo hiciera, muchas personas encontrarían motivo para criticárselo; pero, si dejara de hacerlo, creía él mismo que también se lo podrían censurar con razón. Contó a Patronio de qué se trataba y le rogó que le aconsejase en este asunto.
-Señor Conde Lucanor -dijo Patronio-, ciertamente sé que encontraréis a muchos que podrían aconsejaros mejor que yo y, como Dios os hizo de buen entendimiento, mi consejo no os hará mucha falta; pero, como me lo habéis pedido, os diré lo que pienso de este asunto. Señor Conde Lucanor -continuó Patronio-, me gustaría mucho que pensarais en la historia de lo que ocurrió a un hombre bueno con su hijo.
El conde le pidió que le contase lo que les había pasado, y así dijo Patronio:
-Señor, sucedió que un buen hombre tenía un hijo que, aunque de pocos años, era de muy fino entendimiento. Cada vez que el padre quería hacer alguna cosa, el hijo le señalaba todos sus inconvenientes y, como hay pocas cosas que no los tengan, de esta manera le impedía llevar acabo algunos proyectos que eran buenos para su hacienda. Vos, señor conde, habéis de saber que, cuanto más agudo entendimiento tienen los jóvenes, más inclinados están a confundirse en sus negocios, pues saben cómo comenzarlos, pero no saben cómo los han de terminar, y así se equivocan con gran daño para ellos, si no hay quien los guíe. Pues bien, aquel mozo, por la sutileza de entendimiento y, al mismo tiempo, por su poca experiencia, abrumaba a su padre en muchas cosas de las que hacía. Y cuando el padre hubo soportado largo tiempo este género de vida con su hijo, que le molestaba constantemente con sus observaciones, acordó actuar como os contaré para evitar más perjuicios a su hacienda, por las cosas que no podía hacer y, sobre todo, para aconsejar y mostrar a su hijo cómo debía obrar en futuras empresas.
»Este buen hombre y su hijo eran labradores y vivían cerca de una villa. Un día de mercado dijo el padre que irían los dos allí para comprar algunas cosas que necesitaban, y acordaron llevar una bestia para traer la carga. Y camino del mercado, yendo los dos a pie y la bestia sin carga alguna, se encontraron con unos hombres que ya volvían. Cuando, después de los saludos habituales, se separaron unos de otros, los que volvían empezaron a decir entre ellos que no les parecían muy juiciosos ni el padre ni el hijo, pues los dos caminaban a pie mientras la bestia iba sin peso alguno. El buen hombre, al oírlo, preguntó a su hijo qué le parecía lo que habían dicho aquellos hombres, contestándole el hijo que era verdad, porque, al ir el animal sin carga, no era muy sensato que ellos dos fueran a pie. Entonces el padre mandó a su hijo que subiese en la cabalgadura.
»Así continuaron su camino hasta que se encontraron con otros hombres, los cuales, cuando se hubieron alejado un poco, empezaron a comentar la equivocación del padre, que, siendo anciano y viejo, iba a pie, mientras el mozo, que podría caminar sin fatigarse, iba a lomos del animal. De nuevo preguntó el buen hombre a su hijo qué pensaba sobre lo que habían dicho, y este le contestó que parecían tener razón. Entonces el padre mandó a su hijo bajar de la bestia y se acomodó él sobre el animal.
»Al poco rato se encontraron con otros que criticaron la dureza del padre, pues él, que estaba acostumbrado a los más duros trabajos, iba cabalgando, mientras que el joven, que aún no estaba acostumbrado a las fatigas, iba a pie. Entonces preguntó aquel buen hombre a su hijo qué le parecía lo que decían estos otros, replicándole el hijo que, en su opinión, decían la verdad. Inmediatamente el padre mandó a su hijo subir con él en la cabalgadura para que ninguno caminase a pie.
»Y yendo así los dos, se encontraron con otros hombres, que comenzaron a decir que la bestia que montaban era tan flaca y tan débil que apenas podía soportar su peso, y que estaba muy mal que los dos fueran montados en ella. El buen hombre preguntó otra vez a su hijo qué le parecía lo que habían dicho aquellos, contestándole el joven que, a su juicio, decían la verdad. Entonces el padre se dirigió al hijo con estas palabras:
»-Hijo mío, como recordarás, cuando salimos de nuestra casa, íbamos los dos a pie y la bestia sin carga, y tú decías que te parecía bien hacer así el camino. Pero después nos encontramos con unos hombres que nos dijeron que aquello no tenía sentido, y te mandé subir al animal, mientras que yo iba a pie. Y tú dijiste que eso sí estaba bien. Después encontramos otro grupo de personas, que dijeron que esto último no estaba bien, y por ello te mandé bajar y yo subí, y tú también pensaste que esto era lo mejor. Como nos encontramos con otros que dijeron que aquello estaba mal, yo te mandé subir conmigo en la bestia, y a ti te pareció que era mejor ir los dos montados. Pero ahora estos últimos dicen que no está bien que los dos vayamos montados en esta única bestia, y a ti también te parece verdad lo que dicen. Y como todo ha sucedido así, quiero que me digas cómo podemos hacerlo para no ser criticados de las gentes: pues íbamos los dos a pie, y nos criticaron; luego también nos criticaron, cuando tú ibas a caballo y yo a pie; volvieron a censurarnos por ir yo a caballo y tú a pie, y ahora que vamos los dos montados también nos lo critican. He hecho todo esto para enseñarte cómo llevar en adelante tus asuntos, pues alguna de aquellas monturas teníamos que hacer y, habiendo hecho todas, siempre nos han criticado. Por eso debes estar seguro de que nunca harás algo que todos aprueben, pues si haces alguna cosa buena, los malos y quienes no saquen provecho de ella te criticarán; por el contrario, si es mala, los buenos, que aman el bien, no podrán aprobar ni dar por buena esa mala acción. Por eso, si quieres hacer lo mejor y más conveniente, haz lo que creas que más te beneficia y no dejes de hacerlo por temor al qué dirán, a menos que sea algo malo, pues es cierto que la mayoría de las veces la gente habla de las cosas a su antojo, sin pararse a pensar en lo más conveniente.
»Y a vos, Conde Lucanor, pues me pedís consejo para eso que deseáis hacer, temiendo que os critiquen por ello y que igualmente os critiquen si no lo hacéis, yo os recomiendo que, antes de comenzarlo, miréis el daño o provecho que os puede causar, que no os confiéis sólo a vuestro juicio y que no os dejéis engañar por la fuerza de vuestro deseo, sino que os dejéis aconsejar por quienes sean inteligentes, leales y capaces de guardar un secreto. Pero, si no encontráis tal consejero, no debéis precipitaros nunca en lo que hayáis de hacer y dejad que pasen al menos un día y una noche, si son cosas que pueden posponerse. Si seguís estas recomendaciones en todos vuestros asuntos y después los encontráis útiles y provechosos para vos, os aconsejo que nunca dejéis de hacerlos por miedo a las críticas de la gente.
El consejo de Patronio le pareció bueno al conde, que obró según él y le fue muy provechoso.
Y, cuando don Juan escuchó esta historia, la mandó poner en este libro e hizo estos versos que dicen así y que encierran toda la moraleja:
Por críticas de gentes, mientras que no hagáis mal,
buscad vuestro provecho y no os dejéis llevar.
FIN


Lee todos los cuentos (La obra completa) de El Conde de Lucanor aquí:
http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/esp/juanma/lucanor/lucanor.htm



Leia todos os contos (a obra completa) de El Conde Lucanor aqui:
http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/esp/juanma/lucanor/lucanor.htm



[1] Arcipreste: é o decano entre os presbíteros de um arciprestado, responsável pela correta execução dos deveres eclesiásticos e pelo estilo de vida daqueles que estão sob sua autoridade.
[2] Juglar: poeta y cantor que va por pueblos y castillos.
[3] Mínimas: de pocos versos.
[4] Verosimilitud: lo que puede ser verdad.
[5] Sobriedad: sin exceso, sin exageración.
[6] Fragmentos: partes de una obra.
[7] Clérigos: hombres cultos, normalmente religiosos, al servicio de La Iglesia.
[8] Exótico: extranjero, extraño.
[9] Fábulas: cuentos cuyos personajes son animales.
[10] Mudéjar: árabe que vive en La España cristiana.
[11] Equipo: conjunto de personas.
[12] Jurídica: relativa al derecho.
[13] Consumado: perfecto.

Referências Bibliográficas
BENASSAR, B. La España del Siglo de Oro. Barcelona: Crítica, 2001.
CANAVAGGIO, Jean (dir.) Historia de La Literatura EspañolaVols. I, II, III, IV. Barcelona: Ariel, 1995.
CORREA, Pedro. Historia de la Literatura Espanhola. Madrid: edi-6, s.a., 1985.
GARIN, Eugenio. Medievo y renacimiento. Estudios e investigaciones. Madrid:Taurus, 1981.
JIMÉNEZ, Felipe B. Pedraza y CÁCERES, Milagros Rodríguez. Las Épocas de La Literatura Española. Barcelona: Ariel, 1997.
VALBUENA Prat, Angel. Historia de La Literatura Española. Tomo II. 4 ed. Barcelona: Editorial Gustavo Pili, 1953.
Xunta de Galicia. Villancico. Disponível em <http://centros.edu.xunta.es/iespazodamerce/web_antiga/deplingualitcastela_archivos/linguacastela/VILLANCICO.pdf> Acesso em 10 de março de 2013.
Wikipédia. Arcipreste. Disponível em <http://pt.wikipedia.org/wiki/Arcipreste> Acesso em 10 de março de 2013.

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